lunes, noviembre 23

Consumos culturales y cuerpos juveniles

Pensar los sentidos en el marco de una pedagogía del encuentro, implica comprendernos como seres humanos en permanente construcción, es decir, en constante búsqueda, reconociendo el inevitable carácter relacional que supone el constante devenir histórico. Se identificarán aquellos referentes que orientan esta dinámica y las realidades construidas por los seres humanos, en sus diversas dimensiones relacionadas con el cuerpo, la sexualidad, lo trascendente...etc. Lo anterior, desde el reconocimiento de la subjetividad como proceso social intencionado, mostrando la complejidad de su permanente configuración y explorando sus implicaciones para la vida.


De la moda, lo que se te acomoda

Aldo Gil García, msps.

Cuestiones preliminares


En reflexiones anteriores a ésta se planteaba el problema sobre una potencial comprensión de los sentidos existenciales y trayectorias vitales de los jóvenes; problema trazado desde la idealización que se ha construido a lo largo de sucesivas etapas de la modernización, donde la juventud aparece como un período de la vida, un espacio de preparación o formación que dispone socialmente a una inserción y relevo en un sistema productivo a través de la adquisición previa de conocimientos y destrezas.[1]

Si bien la categoría ‘Juventud’ fue acuñada en sociedades posindustriales, donde se ofrecían las condiciones idóneas que la sustentan, se sabe que no resulta viable hacer la aplicación de ésta raja tabla. Primero porque las condiciones que llevaron a su establecimiento se han visto modificadas sustancialmente en la actualidad, además que a la base de ella se localiza el enfoque específico del paradigma cultural de occidente. El asunto no sólo atañe a una manera equívoca o no de designar un objeto de estudio.

Dicha reflexión, apunta a la manifestación de una mirada específica en cuanto definitoria de un elenco de formas de modelar a los individuos y sus sentidos existenciales como partes de un sistema. Que si bien se muestra como abierta y plural, en definitiva termina sometiendo a los individuos bajo un modelo cuyo objetivo no es reproducir la vida del hombre, ni reconocer su dignidad de persona y mucho menos de aceptar la pluralidad de sentidos existenciales y de construcción de subjetividades sino la reproducción del capital a través de la adscripción a cierto tipo de consumos culturales modulado por ciertos controles sociales.

Desde este lugar, la problemática pretende en primera instancia hacer una exposición aunque sea sucinta sobre cierta pretensión globalizante y uniformizada de ‘formas de modelar’ las prácticas humanas y sentires humanos y culturales, a través de un modelo social y económico, que en su arrastre sea capaz de diluir la diversidad de sentidos existenciales que el hombre tiende a expresar. En un segundo momento, se buscará delinear algunos referentes a partir de los cuales se orientada la construcción de las subjetividades en la sociedad actual.

Y por último, se intentará mostrar cómo la cultura de consumo se ha impuesto como forma válida y hegemónica de vida, negando con ello la posibilidad real de una diversidad de sentidos existenciales y de construcción de subjetividades alternativas a ésta.


Del molde a la modulación

Se abre esta sección siguiendo la afirmación de Deleuze[2] sobre la “modulación” como manifestación de aquella pretensión homogeneizante. Es decir se refiere a un conjunto de controles que buscan ejercer una modulación sobre los individuos. En este sentido, el autor describe a las sociedades de control, donde cada persona es atravesada y dividida en sí misma bajo un control continuo.

Caracterizando más esta situación se puede afirmar que se trata de variaciones ondulatorias inseparables “que permanecen en órbita, suspendidas sobre una onda continua[3] como una especie de interferencia sobre los individuos que a manera de imposición marca o prohíbe el acceso a ciertas matrices de información y de producción de sentido.

Al parecer las sociedades disciplinarias (Siglos XVIII y XIX, hasta principios del XX) caracterizadas por la organización de los grandes espacios de encierro como la familia, la escuela, la fábrica, el hospital, etc. Los encierros son moldes donde el individuo pasa sin cesar de un espacio cerrado a otro, tales espacios terminan dando cierta forma a los individuos es decir eran moldeados. Sin embargo, tales espacios han dejado de ser ‘el lugar’ de organización social por excelencia, cediendo paso a las sociedades de control.


¿Qué modelo subyace?


Hasta este momento parece mostrarse con cierta claridad un prototipo de sociedad que intenta ejercer el control de los procesos de construcción de subjetividades de los individuos que la forman. Además que se deja ver la pretensión de aquella de erigirse en el prototipo de sociedad. Sin embargo, aún queda por distinguir el talante del modelo que sustenta este tipo de sociedad.

Volviendo a las tesis de Deleuze, se invoca la representación sobre un capitalismo actual que ya no se concentra en la producción sino un capitalismo de superproducción que intenta vender servicios y comprar acciones. Que convierte los espacios de encierro en “…figuras cifradas, deformables y transformables de una misma empresa que sólo tiene administradores.”[4] Es un modelo donde los individuos se convierten en “indicadores, datos, mercados o ‘bancos’[5], a final de cuentas terminan convirtiéndose en productos.

Ahora bien, la estrategia de conquista de estos ‘mercados’ se realiza adquiriendo su control, a saber: cuando se puede fijar los precios, mediante la transformación de los productos. Cuyo centro es “El departamento de ventas…el “alma”…el instrumento de control social…el marketing.[6] Que ejerce y fija el curso de las ‘formas de modular’ la construcción de subjetividades. La imagen más representativa de esta situación es la de “un mecanismo de control capaz de proporcionar a cada instante la posición de un elemento en un medio abierto… (Collares electrónicos).[7] A este respecto no resulta difícil imaginar “un ordenador que señala la posición, lícita o ilícita, y produce una modulación universal.[8]

En este sentido y como complemento es plausible traer a colación los rasgos estructurales de la sociedad contemporánea (sociedad de control) de acuerdo al planteamiento hecho por Zygmunt Bauman respecto a la sociedad de consumidores. Él la describe como aquella:

…que convoca, a sus miembros (se dirige a ellos, los interpela, los llama, apela a ellos, los cuestiona, los interrumpe e irrumpe en ellos) fundamentalmente en cuanto a su capacidad como consumidores. Al llamarlos a alistarse como consumidores la sociedad espera ser escuchada, atendida y obedecida. Evalúa –recompensa y penaliza- a sus miembros según la rapidez y calidad de su respuesta a dicha interpretación. Como resultado los lugares asignados sobre le eje de excelencia/ineptitud de rendimientos consumistas se convierten en le principal factor de estratificación y en el criterio fundamental de inclusión y exclusión, a la vez que marcan la distribución de la estima o el estigma social, así como la cuota de atención pública. En otras palabras, la sociedad de consumidores implica un tipo de sociedad que promueve, alienta y refuerza la elección de un estilo y estrategia de vida consumista; y que desaprueba una opción cultural alternativa.[9]

Lo anterior deja de manifiesto un tipo de sociedad que convoca a los individuos para alistarse como consumidores, se trata de instaurar ésta condición como forma de vida legítima. Esta última afirmación permite volver a la tesis hecha con anterioridad, es decir que el individuo termina siendo convocado o modulado como producto de un gran mercado. Por lo tanto es posible convenir en el establecimiento de un rasgo estructural de este tipo de sociedades: que los individuos son constituidos como consumidores y en consecuencia la sociedad resulta constituida en sociedad de consumo.

Finalmente resulta operable acudir a otro rasgo más que sin duda esta en relación al anterior. Si se considera como supuesto inicial una sociedad de consumidores que tiene delante de si una gama de posibilidades a las cuales puede acceder, entonces tal situación pugnaría por una renegociación del sentido del tiempo. De un tiempo puntuado es decir, una secuencia de “puntos”[10] o posibilidades de elecciones cambiantes. Un tiempo que termina siendo inconsistente y con falta de cohesión que en definitiva acaba sintonizándose con el carácter de modulación, entendido como aquella situación de variaciones ondulatorias que atraviesan a los individuos.

Lo anterior hace permisible encuadrar el modelo económico y social que –al parecer- subyace en el juego de la construcción de subjetividades.


La constitución de la identidad


Siguiendo con la reflexión es viable llegar a la conjetura que los espacios (encierros) donde los individuos constituían su identidad se han transformado en una especie de flujo o modulación que se instituye como un nuevo espacio, un ‘espacio virtual’.

A través de la modulación, es decir de un repertorio de roles, los individuos constituyen su vida en torno a prácticas más o menos coherentes que forman parte de un marco de ofertas sociales de constitución identitaria, un mercado de identidades. En sentido estricto resulta plausible designarlo como un sistema de identidades violento, puesto que constriñe a los individuos a devenir en cursos o posicionamientos vitales ya prediseñados. Siendo las cosas así, los espacios de constitución de la identidad no resultan ser espacios de pura voluntad.

La modulación adquiere rostro en algunas prácticas reguladas por imperativos de consumo, en procesos de mediación como formas de administración social del flujo de deseos y acciones que llevan a que los individuos se conviertan en el ‘sujeto buscado’ por el sistema.[11]

El peligro en el asunto de la constitución de la identidad, es el de legitimar los ‘espacios’ cedidos y provocados por el sistema, minando así gravemente –al menos- uno de los valores que a su vez es utilizado como estandarte por el propio sistema: la diversidad. Puesto que bajo la afirmación de la posibilidad de una diversidad de identidades se oculta una forma particular de clasificación, que propende con borrar la diversidad dejando en pie solo la igualdad. Entendiendo ésta última como un espacio ya instaurado desde el sistema y en función de él. Se lleva a los individuos a cumplir con la identidad en virtud de la adhesión y cumplimiento con un modelo.



Modulación vs. Emancipación


A este punto de la reflexión se ha hecho referencia a una modulación inscrita en cierto catálogo de practicas, procesos, roles, imperativos de consumo, etc., desde donde los individuos son coaccionados a constituir cierta identidad que a la postre sustente un modelo económico inhumano cuyo único objetivo es la reproducción del capital.

También se ha tratado de caracterizar el talante de dicho modelo, así como perfilar los procesos o dinámicas que intervienen en el juego social de la constitución de subjetividades. Este ejercicio dispone inicialmente un elenco de afirmaciones y constataciones a partir de las cuales es posible re-pensar los espacios y lugares donde los individuos constituyen su identidad. A su vez ha resultado favorable encontrar algunas coordenadas de lectura a partir de las cuales los individuos en general y los jóvenes en particular, constituyen la subjetividad propia. Sobre todo a través de la adhesión a prácticas de consumo.

En resumen, se trata de una “encrucijada compleja de caminos institucionales, canales discursivos superpuestos, flujos libidinales inducidos -y muchas veces deseados-…”[12] En la cual nacen, crecen y se desarrollan los pubescentes de las sociedades actuales, es decir no son independientes de esa trama de flujos y modulaciones ya preestablecidas; por el contrario son seducidos y atajados por “los medios masivos de comunicación, la multiimplantada publicidad comercial, el mercado de bienes de consumo masivo con sus largos e incansables tentáculos o las industrias culturales que se ofrecen en sus variados productos…”[13] A este punto adquiere un sentido más profundo la tesis sobre una modulación preestablecida que atraviesa a los individuos.

Por lo tanto, es posible llegar a al constatación de que los caminos o flujos o modulaciones institucionales o hegemónicas …sedimentan discursos, diseminan imágenes y estéticas, difundiendo prescripciones explícitas e implícitas que contribuyen a configurar imaginarios y representaciones sociales.[14] Dicho de otro modo, se ofrecen tanto a los pubescentes como al resto de los individuos ciertos elementos a partir de los cuales ellos constituyen su identidad y elaboran sus sentidos existenciales.

Ahora bien, la cuestión que aún queda en vilo tiene que ver con la posibilidad real de encontrar salida a la pretensión hegemónica y definitoria de formas de modelar a los individuos y sus sentidos existenciales como partes de un sistema. Se tendría que hacer la apuesta por nuevos lugares, nuevos referentes, nuevas practicas, nuevos modelos, etc. que favorezcan una concepción más justa del hombre, es decir que lo considere desde toda su complejidad y riqueza, no como una parte más del sistema. En fin, se trata de favorecer la creación de modelos de sociedad o convivencia que en vez de constreñir, favorezcan la emancipación del ser humano.



[1] Comisión Económica para América Latina (CEPAL), Panorama Social 2004, Cáp. III, Situación social de la juventud: Tensiones y paradojas., pp. 1 SS.

[2] De aquí en adelante cuando se mencione a Deleuze, se hará referencia a Posdata sobre las sociedades de control” que fue publicada en varias revistas y páginas de Internet. En libros ha sido incluida en DELEUZE, Gilles; Conversaciones, Pretextos, Valencia, 1995.

[3] Ibídem.

[4] Ibídem.

[5] Ibídem.

[6] Ibídem.

[7] Ibídem.

[8] Ibídem.

[9] BAUMAN, Zygmunt; Vida de consumo, FCE, México, 2007, p. 79.

[10] Ibídem., p. 51.

[11] Cfr. HERNÁNDEZ, Sanjorge Gonzalo; Región y globalidad: apuntes sobre la construcción identitaria., Ponencia presentada en el “III Coloquio de Pensamiento y Actualidad. Pensar lo regional en un Contexto Global”, 28 y 29 de septiembre de 2007, p. 2.

[12] URRESTI, Marcelo. “Adolescentes, consumos culturales y usos de la ciudad” en Revista Encrucijadas UBA 2000, Revista de la Universidad de Buenos Aires, Nueva Época, Año II, No. 6, Febrero de 2002. pp. 36–43.

[13] Ibídem.

[14] Ibídem.





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