lunes, noviembre 23

Sentidos existenciales y trayectorias vitales

Se intentará abordar la relación entre jóvenes y adultos como sujetos de procesos complejos, en el
contexto de una cultura del consumo que se impone como la única forma de vida válida, posible y
deseable. Se problematizará un escenario donde predomina la estrategia individual, la búsqueda
del éxito de cada uno, de acuerdo con su autorreferencia y la constante creación de identidades
transitorias y tentativas.


Los jóvenes son…

Aldo Gil García

Al hablar de los jóvenes, es importante no soslayar una primera distinción sobre el objeto de nuestro interés, se trata de advertir sobre la imposibilidad de aseguramiento de ‘Juventud’ como una categoría uniforme bajo la cual sea asequible designar nuestro objeto de estudio. De manera que será más útil para nuestros propósitos referirnos a ‘los jóvenes’ pretendiendo con ello evitar –aunque sea un poco- el riesgo de generar un conglomerado de sentencias o afirmaciones generalistas que oculten o difuminen más que revelen la heterogénea realidad ‘juvenil’.[1]

¿El joven o los jóvenes?

Ahora bien, el primer punto de nuestro recorrido se abre con las siguientes preguntas: ¿cuál es la ‘idea’ o ‘imaginario’ que nos evoca el hablar sobre los jóvenes?, ¿qué sería lo más adecuado, verlos como un signo positivo del futuro o como signo innegable de una sociedad llena de contradicciones?, ¿será que los jóvenes ya no creen en su futuro? o ¿será que los jóvenes sólo piensan en disfrutar la vida para evadir con ello su realidad inmadura?

Lo interesante de estas cuestiones y de muchas otras que son expresadas muy frecuentemente, ya sea de manera pública o privada es lo que reflejan. Y ni siquiera se trata que ‘los jóvenes estén’ de uno u otro modo en la vida, ni que piensen así y no de otra forma. Lo que preocupa es que parece no dársele importancia a su ‘palabra’ y a que puedan expresarla, es decir se considera legitimo hablar de ‘ello/as’ como quien es ajeno a un determinado ‘mundo’. Se hacen afirmaciones sobre su futuro, sobre los ‘modos’ en que construyen su vida o dejan de hacerlo, en lo que piensan o no; y todo esto antes de ‘escuchar’ su voz y en algunos casos aún después de oírlos.

Esta situación lleva al siguiente planteamiento: ¿es viable afirmar que cuando se hace referencia a ‘los jóvenes’ se esta pensando en un tipo determinado de joven, cerrando con ello la posibilidad de pensar en una realidad juvenil heterogénea?

Lo cierto es que si existe la pretensión de comprender algo sobre la realidad de los sentidos existenciales y trayectorias vitales de los jóvenes es de suma importancia acceder a un serio y profundo proceso de acercamiento y simpatía con dichas realidades desde otro supuesto, que no sea el de una concepción unidireccional que describa un tipo de joven, bajo el cual se pretenda subsumir al conjunto de individuos y realidades, como parece que se hace en la actualidad. Ahora bien, sería injusto no mencionar la existencia de ciertas acciones o hechos de cercanía y comprensión a las realidades juveniles, desafortunadamente éstas tienden a quedarse a medio camino derivando en veladas prácticas de paternalismo.

A este punto, es posible formular más claramente la cuestión que se pretende abordar en este escrito. Por un lado, parece que en la actualidad hablar de los jóvenes como un conglomerado ya no resulta viable, pues se estaría reduciendo la heterogénea realidad juvenil.

Con la anterior afirmación se quiere señalar que cualquier determinación que se emita sobre los jóvenes y su realidad, es en definitiva expuesta desde una ‘mirada occidental’ y en ese sentido, se refiere en concreto a un tipo de joven que se ha ido construyendo dentro de ese paradigma. En otras palabras, se trata de un ‘tipo’ de joven que se encuentra condicionado y situado desde ciertas coordenadas sociales, políticas, biológicas y culturales. Por lo tanto, resultaría iluminador intentar delinear más detalladamente la situación a la que se ha hecho alusión como un hecho actual para intentar advertir sus manifiestos bordes. Además que se presenta la posibilidad de ir enunciando algunas afirmaciones, que más que terminar de definir el objeto de estudio, abren nuevos espacios de comprensión en torno a los sentidos existenciales y trayectorias vitales de los jóvenes.

¿De qué jóvenes estamos hablando?

Para ir esclareciendo el asunto que se trae entre manos, se ha de recurrir al delineamiento del ‘tipo de joven’ que parece estar enmarcado desde el paradigma occidental.

En este sentido, considérese como primer dato[2] la ruptura del paradigma keynesiano que generó la sociedad posindustrial, al quebrar la estabilidad de la estructura ocupacional asegurando una situación de nuevos mercados urbanos, caracterizados por su fluidez, inestabilidad e incertidumbre que ya no garantizaba ni aseguraba la integración social de las nuevas generaciones. Esto propició la aparición de nuevas formas de familias desestructuradas[3] y con ello una forzosa prolongación de la dependencia familiar de los hijos, es decir patrocinó una transformación en la estructura que estaba a la base de la construcción biográfica de los individuos pertenecientes a los estratos de familias profesionales urbanas (clases medias). Lo interesante de este fenómeno es cómo tales condiciones han favorecido un alargamiento del período conocido como juvenil, a partir del cual se ha gestado un cierto imaginario sobre un ‘tipo de joven’ cuyas características podrían enmarcarse de la siguiente manera:

  • Cierta disolución en la frontera entre los niños y los jóvenes.

  • Individuos que dependen materialmente de sus familias de origen, situación que los infantiliza.

  • Que frente a la imposibilidad de acceder a una pronta independencia material, estos jóvenes se ven obligados a romper moralmente con su familia cuanto antes, adelantando así la pérdida de su identidad familiar, sustituyéndola por una cambiante mascarada de identidades ficticias, transgresoras y provisionales.

  • Individuos con elecciones sin carácter decisorio y vitalicio, que por el contrario disponen de elecciones precarias, provisionales e inciertas.

  • Individuos que disponen de una conciencia muy vívida de la libertad personal y del derecho a una enorme ampliación del repertorio conductual en una variedad de aspectos en los cuales entran una plena capacidad de consumo y una libre gratificación sexual.

  • Individuos con una exacerbada capacidad de consumo.

  • Individuos con el sentimiento de <<lo último>>: lo último como necesidad angustiosa de actualidad con la sensación de vértigo estimulada por la economía salvaje, la ultra-tecnificación galopante e intercomunicación veloz.[4]

Pues bien, éstas y algunas otras características son las que parecen delinear un tipo de joven dentro del seno de las sociedades posindustriales. Ahora bien, la pregunta que demanda una pronta respuesta es: ¿Acaso esta caracterización resulta incluyente para todos los individuos identificados como jóvenes y sus realidades o más bien, restringe la comprensión en torno a ello?

Para acercarnos a una respuesta asequible, resulta iluminador recurrir al estudio realizado por Germán Muñoz[5] donde expone cómo en las sociedades pre-capitalistas la transición de la niñez a la adultez estaba marcada por rituales de paso o entrenamiento que facilitaban “el difícil proceso de ajuste de la niñez emocional dependiente a la plena ‘madurez’”[6].

Lo relevante del asunto es que en la actualidad conviven distintos tipos de sociedades y con ellos, distintos tipos de sujetos que si bien tienen en común algunos aspectos de su trayectoria vital -como pueden ser los hechos biológicos-, indudablemente se hace inoperable seguir ‘pensando’ sobre ‘los jóvenes’ desde cierta caracterización hegemónica. De manera que, -al menos- para las sociedades pre-capitalistas donde la estructura de la construcción biográfica de los individuos no ha sido modificada sustancialmente, resulta complicado aplicar de tajo la caracterización del paradigma occidental sobre los jóvenes.

Por lo pronto, este último dato parece ofrecernos una respuesta adecuada a la cuestión planteada en las líneas superiores inmediatas. Es evidente que esa respuesta queda en vilo, sin embargo a este punto de la reflexión resulta verosímil quedarnos con ella; en espera de que durante el desarrollo del próximo contenido sea develado un nuevo dato que refuerce la afirmación preliminar.

¿Por qué hablamos de un tipo de joven y no de otro?

Se ha afirmado que al hacer referencia a ‘los jóvenes’ se esta pensando en un ‘tipo’ concreto de joven, situación que resulta inoperable puesto que aleja más que acercar, una posible comprensión sobre los sentidos existenciales y trayectorias vitales de los jóvenes, que en el nombre llevan inscrita la pluralidad y heterogeneidad que parece ser soslayada por la ‘mirada occidental’ al pretender hegemonizar cierta caracterización del joven.

Para dar cuenta de lo que se ha venido aseverando, resulta deseable evocar algunas posibles respuestas formuladas por Emma León Vega, quien ha pretendido rastrear “los procesos de apropiación del mundo y de la constitución de la experiencia, con referencia privilegiada a la producción de sentido sobre realidades ajenas[7]; desde el campo de la discusión ontológica. En este sentido, en un primer acercamiento, Emma al tratar de “…desmitificar las ideas maniqueas que oponen los términos homogeneidad y multiplicidad como necesidad de sentido…[8], toma posición contra cualquier visión de conjunto que amolde la pluralidad de experiencias de vida, dentro de cualquier tipo de procesos de normalización discursiva y estructuración racional, sin que ello signifique una apuesta ciega por lo diferente[9].

La afirmación que más interesa se refiere a la presencia “…de una serie de pretensiones de homogeneización humana, que intentan llevar a la creencia generalizada de que existe un movimiento de interconexión planetaria tan globalizante y uniformizada, como para diluir en su arrastre cualquier otra forma de modelar las prácticas y sentires humanos y culturales.”[10]

Lo anterior tiende a hegemonizar ciertos “marcos de referencia[11] a partir de los cuales se hace legítimo “…aglutinar la atomizada gama de experiencias…”[12] Esta situación deviene en el establecimiento de ‘la velocidad’ como “poder creador de la vida económica[13] así como de la vida social. De ahí que se haga extensiva la pretensión de homogeneización social que expresa Virilio[14]:

Se trata entonces, como ha sucedido siempre, de un sistema de exclusiones que, por ser tal, no sólo deja a enormes zonas del planeta sin la posibilidad de gozar de los beneficios que se supone tiene la pertenencia a una determinada dinámica, asumida como verdad para todo el mundo.[15]

Sin embargo, continúa Virilio:

No podemos llegar al extremo de creer, por ejemplo, que por el sólo hecho de que los medios de comunicación expongan virtualmente inventos, objetos y formas de vida de todo el mundo, la vida humana de toda persona que los vea está, por ese conducto, sujeta a una disolución de las fronteras propias y ajenas.[16]

Esto sirve de plataforma para que Emma afirme:

Por eso quiero asentar una idea…la relación entre un discurso que pretende ser hegemónico y su realización concreta es siempre contradictoria e incompleta; entre la existencia de una tendencia, patrón de vida o de interpretación y la creencia de su universalidad hay una distancia considerable.[17]

Volviendo al propio asunto de este texto y tomando prestadas las afirmaciones ya expresadas, iniciamos la elaboración de alguna determinación conclusiva de este breve estudio.

Como se alcanza a ver, la pretensión de una homogeneización social y con ello de las prácticas humanas (que incluye sin duda los sentidos existenciales y trayectorias vitales de los jóvenes), menoscaba no sólo la caracterización del ‘tipo’ de joven a través del cual se pretende leer e interpretar una determinada realidad, a saber la de los sujetos jóvenes; sino de cualquier proceso de acercamiento a ellos que se pretenda ejercer desde el supuesto occidental, excepto que se refiera a un individuo condicionado y situado desde ciertas coordenadas sociales, políticas, biológicas y culturales.

Esto último favorece una articulación con la respuesta preliminar sobre si un ‘tipo’ de caracterización del individuo joven era o no incluyente de la de por sí heterogénea realidad juvenil.

Además parece quedar abierto el debate sobre la viabilidad de un sistema de exclusiones que en razón de sus pretensiones de homogeneización social, depreda y suplanta -incluso- los más altos anhelos y utopías que les han dado origen. Es decir, “la conciencia, libertad, autonomía, emancipación, potenciación de las capacidades humanas, bienestar, equidad, justicia y democracia.”[18] En este sentido, también resulta inquietante el problema que se plantea con toda su fuerza, que tiene que ver con la viabilidad del paradigma cultural occidental, como generador de humanidad, puesto que como ya se vio parece que en su ‘pretensión de homogeneización atenta contra los ‘valores’ que él mismo proclama. De modo que no sería ingenuo preguntarnos si dicho paradigma es constructor de humanidad o debido a la perversión de sus prácticas se ha vuelto una cultura que en lugar de reproducir la vida y humanidad se ha convertido en una cultura que bloquea tales procesos.



[1] Por más que se pretenda evadir el riego de llegar a generalizaciones, frecuentemente estaremos llegando a ellas, pues son un vehículo eficaz para referirnos a una multiplicidad de hechos.

[2] Este primer planteamiento es formulado a partir de las tesis acerca del proceso de desfamiliarización de la juventud en las clases medias urbanas, así como del bloqueo de la emancipación juvenil y la disolución de los límites de la juventud que maneja Enrique Gil Calvo en su artículo de la Revista Nómadas 23, “Jóvenes contemporáneos. Entre la heterogeneidad y las desigualdades”.

[3] SUNKEL, Guillermo; “El papel de la familia en la protección social en América Latina; División de desarrollo social-CEPAL, Serie: Políticas sociales 120, Santiago de Chile, 2004, p. 8. La clasificación distingue entre hogares familiares y no familiares utilizando como criterio de diferenciación la existencia de núcleo conyugal del jefe/a de hogar”.

[4] LEÓN, V. Emma; “Sentido ajeno. Competencias ontológicas y otredad”, Anthropos-UNAM, Barcelona, 2005, p. 18.

[5] MUÑOZ G., Germán; “Ser joven hoy: Los discursos significativos”.

[6] Ibídem.

[7] LEÓN, V. Emma; “Sentido ajeno. Competencias ontológicas y otredad”, Anthropos-UNAM, Barcelona, 2005, p. 11.

[8] Ibídem, p. 13.

[9] Ibídem.

[10] Ibídem, p. 17.

[11] Ibídem.

[12] Ibídem.

[13] Ibídem, p. 20.

[14] VIRILIO, Paul; “Cibermundo: ¿Una política suicida?”, Chile, Dolmen Ediciones/Granica, 1997. Apud. LEÓN, V. Emma; “Sentido ajeno. Competencias ontológicas y otredad”, Anthropos-UNAM, Barcelona, 2005, p. 17.

[15] LEÓN, V. Emma; “Sentido ajeno. Competencias ontológicas y otredad”, Anthropos-UNAM, Barcelona, 2005, p. 20.

[16] Ibídem, p. 21.

[17] Ibídem, p. 22.

[18] Ibídem.


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