La admiración designa cuando la atención y el interés son detenidos delante de algo imprevisible que se presenta al hombre y que significa novedad y atractivo.[1]
En este sentido podemos establecer que “es el deseo innato en el hombre, de conocer, de su curiosidad que lo problematiza de frente a la realidad experimentada”[2]
Este deseo innato al ser considerado como el acceso al conocimiento, representaun papel importante en la filosofía, ya que ésta, ha pretendido conocer desde sus inicios, la realidad y sobre todo se ha centrado en la búsqueda de lo esencial en ella.
Podemos ahora plantearnos una pregunta que oriente nuestra reflexión, ¿Cómo vincular la Estética con la filosofía?.
A este respecto iniciaremos diciendo que el primer punto de vinculación entre ambas comienza a partir de que comparten un elemento en común: La Admiración.
Precisemos ahora que la admiración es un estado del hombre que lo dispone a una apertura para conocer. Esto se lleva a cabo por medio de la capacidad humana de percepción de todo aquello que es exterior al hombre a través de los sentidos. Dicha disposición aparece en la filosofía como el principio por el cual el hombre –como un impulso– a comenzado a buscar el conocimiento de su realidad y lo esencial en ella.
La filosofía entonces al ir en esa búsqueda de conocimiento digamos que trasciende este primer impulso (admiración) para llegar a niveles más altos de conocimiento a través de la razón, de su capacidad intelectiva; de manera que se puedan ir estableciendo ciertas explicaciones a aquellos fenómenos o acontecimientos que se presentan ante el hombre y robaron su atención e interés.
En este sentido nos referimos a la reflexión que el hombre hace sobre la realidad y como éste se va relacionando con ella.
La filosofía al pretender abarcar las dimensiones humanas en su reflexión no puede dejar escapar de su mirada a la Estética, cuyo significado se derivade la palabra aestesis que quiere decir “lo sensible”.
Hablamos entonces de una experiencia que implica al ser humano debido a su capacidad sensible de percibir lo bello que es algo que aborda la estética.
Vemos como Filosofía y Estética no sólo van vinculadas desde lo más estructural del hombre como lo es nuestra capacidad sensorial, sino, que se van configurando en niveles más altos como pudiéramos considerar a nuestra capacidad intelectiva o cognoscitiva; a través de cual tomamos conciencia de nuestro estado de admiración frente a la realidad y superarlo para iniciar la búsqueda del conocimiento. Pero, además, de conocer y establecer aquello sensible y bello en un objeto, en su comprensión y sentimiento como ese juego interesante de nuestras facultades sensible e inteligible.
Por otro lado, la estética al ocuparse de lo que es bello, lo hace de aquellos objetos donde se plasma o se reconoce. De esta manera, la filosofía como búsqueda del conocimiento, aprovechara la estética como vía de acceso al conocimiento de aquellos objetos que tanto inteligible y sensiblemente le reporten al hombre curiosidad e interés o bien sea producto de una expresión de un sentimiento, que al transformarlo en obra de arte no sólo exprese lo sensible, sino también lo inteligible.
Podemos ahora respondernos la pregunta inicial de la siguiente manera: la manera de vincular la estética y la filosofía será a partir de su elemento más básico, la admiración, como algo plenamente humano y como deseo innato en el hombre por el cual, éste se dispone a conocer y comprender su realidad.
[1] BABOLIN, Santé; “L’uomo e il suo volto”, Lezioni di Estetica, Hortus conclusus, Roma, 2000, p. 3.
Hay que apuntar que la reducción de instintos en el hombre, le ofreció una amplitud de especie, que ningún otro ser vivo sobre la tierra posee. Una brecha de posibilidades que hacen del hombre una criatura con potenciales más allá de lo simplemente natural o físico, entendido como este desarrollo de procesos químicos y orgánicos. Más bien, se presenta un panorama de desarrollo que hasta ahora el propio hombre no ha descubierto en su totalidad. Sin embargo, como en el anterior caso, toda esta amplitud y capacidad de flexibilidad, inauguran un panorama incierto y susceptible de indefinición, pero sobre todo como posibilidad, como aquello que es propio de ese ser vivo que trascendió lo biológico; la conciencia de ser vivo y de enfrentar una realidad que le era intensa y que por lo tanto necesitaba de un plus que le asegurara la supervivencia a un estilo propio, creando su mundo, un mundo distinto del que había surgido.
El hombre es un “ser de realidades”. Su condición, su apertura lo hace estar en la realidad de manera dinámica y dialógica. El hombre es un “ser ético” y en ello se juega su capacidad de apropiarse posibilidades que lo desarrollen en relación con su mundo.
El hombre se apropia de “lo que esta ahí” y que constituye el bien o el mal en cuanto conviene a él. De esta manera el bien es el convenir a la realización del hombre, lo que en sí ayuda a dicha realización (bien objetivo). Este dinamismo se da en el hombre en el sentido que apunta a su llamamiento a ser humano; y en la realidad en cuanto es el lugar de las posibilidades de vida que ofrecen el desarrollo humano que se ofrecen al hombre. -La adecuación entre estas dos variables o sea el llamamiento interior y la realidad exterior es que constituyen una acción buena-
En este dinamismo, el hombre crea vínculos, puesto que lo que hace genera posibilidades para otros y para él mismo.
Este hacernos hombres entonces no es una tarea aislada sino fruto de haber contribuido al bien común, hacernos hombres ayudando otros a que lo sean.
El mal es lo contrario; la apropiación de posibilidades que cortan o inhabilitan las posibilidades de humanización o de desarrollo. Son opciones y acciones inadecuadas, y no una substancia viviente que irrumpe en nuestra vida y voluntad. Esta situación se da por error o ignorancia; la primera es producto de la satisfacción inadecuada a las necesidades humanas o su no satisfacción, provocando un desequilibrio.
Dichas acciones se convierten en caminos de responsabilidad o en caminos de frustración. El hombre puede darse cuenta del mal realizado, de aquello que pone en peligro el logro de su ser personal y entonces sentirse invitado a liberarse de ello, “reconocer para superar” (sentido de culpa); o por el contrario, hacer que estas acciones se desproporcionen y se hagan enfermizas (complejo de culpa). En todo caso, la libertad humanava más allá de cualquier condicionamiento, dejando así abierta la posibilidad siempre de reconsiderar el camino mal andado; tomando en cuenta, que muchas opciones ya tomadas traen consecuencias negativas a veces irreversibles; y que en ocasiones también supone la clausura de ciertas posibilidades de humanización.
La comprensión del mal, a saber, como choque con la realidad desajustada y que apunta a que el hombre frente a ella -que es ante todo experiencia ó captación de lo vital-total de lo malo- toma conciencia, se rebela con aquella ruptura; y a través de su capacidad más característica, el pensar -que surge como herramienta- hace proyectos de vida, reflexión filosófica. Busca por lo tanto, hacer que el mundo, la verdad, la bondad y él mismo sean.
Es una opción por la vida ante aquello que la amenaza. Ésta alternativa trasluce cómo nuestra historia es fundamentalmente ética en cuanto asumida: Acción-pasión responsable, humanizadora o deshumanizadora.
Sin embargo, el dato de la realidad más radical es la propia vida unida al mundo o a las circunstancias, en dependencia una de otra. De Velasco con su captación del mal, alude a ir haciendo al hombre y a Dios en todo caso; a construir lo uno, lo verdadero, lo bello, en cuanto abiertos; algo no hecho, ni accidental.
Este hacerse cargo, versa directamente sobre el hombre. No se trata, en todo caso solamente del establecimiento de instituciones y categorías formales -aunque éstas contengan en sí pretensión de bondad-, por el contrario, se trata de una transformación de las cosas para construir una nueva comunidad que incluya a los excluidos y a su vez, este hacerse cargo modifique y replantee de manera concreta la promoción de la vida en el ejercicio de la libertad y respeto de los hombres dentro de un campo de factibilidad, en critica a un orden que no ha favorecido un desarrollo unánime para todos.
Esta adquisición que hace el hombre para sí; pareciera que se funda en el deber como acción, que de manera acuciante apela a la humanización. Sin embargo, esa acción responsable, esa exigencia a transformar la realidad no brota ni de la experiencia del mal, ni de la urgencia que el dolor puede suscitar “per se”. Sino que brota en todo caso del querer histórico, de la vida como don recibido de otros, que en sí contiene el querer profundo del ser humano: “hacerse humano”. Y que brota entonces de la entera realidad del hombre, de su estructura y proyecto en situación.
Este querer como don, como semilla, permanece latente y ha de ser cultivada apropiada y proyectada. El modo humano de existir se impone entonces como la justicia, entendida como ajustamiento. Como dinamismo en que el hombre hace posible su existencia como fundamento que parte de la necesidad. Este querer ajustarse del hombre a su realidad podemos describirlo en cuatro momentos, por así llamarlos: un ajustarse a la realidad, como esa posibilidad de la vida humana en cuanto vida concreta y natural que ha de ser preponderada; el ajustarse la realidad, en cuanto esta se presenta como su mundo y necesidades, se trata de hacer realidad y condición social, su libertad y felicidad; un ajustarse en realidad, que supone esa constante dinámica de ir estableciendo en hechos aquel querer fundante; y la concreción última, el proyecto que se hace vida, que es vida para el hombre porque es espacio de ajustamiento, de humanidad, de posibilidad de seguir generando vida y el querer esa vida humana; asumir el don, cultivar la semilla que de fruto común.
Entonces, podemos aseverar que ese querer es individual en cuanto es transmitido a cada hombre, pero que se realiza con los otros. Y se hace pleno no sólo porque uno busca su desarrollo, sino aún cuando no se haya logrado, es percatarse que hay más que necesitan de ese desarrollo, de la urgencia de algo que nos es común.
La realidad humana es creadora de mundos cerrados que contiene en sí posibilidades para los sujetos que históricamente viven en dichos mundos; esas posibilidades de humanización son distintas a otro mundo humano. El hombre concreto no tiene entonces una posibilidad real de acceder a todas las posibilidades que el mundo en general ofrece, hay un acceso determinado, un bloqueo de bienes. Que ha de ser subsanado, puesto que hay experiencias humanas cuya potencialización son patrimonio del ser humano, en virtud de la existencia del hombre como ajustamiento.
A esto hay que complementar que la historia así como favorece y ha privilegiado en ella realidades de humanización, así mismo hay un mal estructurado que es transmitido históricamente que deriva en la acaparamiento y exclusividad de bienes fundamentales para el hombre. El paso inicial es darse cuenta; el subsiguiente es favorecer la constitución de espacios comunes, es un cambio efectivo de las realidades. Puesto que hay hombres que no viven como seres humanos aunque quieran. Se ha capitalizado la humanización; se ha hecho de “lo humano” propiedad de ciertos grupos. Y además se han establecido modelos de bien común que en nada tienen relación con lo que de verdad es “bien fundamental” para los hombres excluidos. El bien común esta en que el hombre continúe favoreciendo los mecanismos que provean el compartir, la realización del goce, desde el potencial de realización ya existente en determinadas estructuras.
En este breve texto se pretende dar una mirada de conjunto sobre la entrevista terapéutica. Pero más que como una definición de ella, se busca hacer una caracterización clara y sintética, aunque lo suficientemente ‘global’. Además, si es posible, contextualizar la entrevista aludida, en el sistema de comunicación humano. Se recuerda al lector que este texto, habrá que considerarlo como un estudio ‘preliminar’ y quizá –apenas- introductoria sobre la pragmática de la comunicación humana
La comunicación es una condición sine qua non de la vida humana y el orden social.[1]
Sin ella no sería posible, en primer término, establecer de entrada la anterior afirmación con la que iniciamos este producto de la comunicación misma.
De pronto, parece que nos vemos implicados en un juego de palabras, de hechos y relaciones paradójicas. Y antes de plantear el objetivo del presente texto. Parece conveniente dejar asentado, que cuando nos referimos y pretendemos situar la ‘comunicación humana’ dentro de un marco referencial, se hace importante tener presente que muchas veces nos encontraremos con situaciones paradójicas que parecerían irreconciliables. Sin embargo, hay que subrayar, que se trata más bien de un problema de enfoque. Lo anterior, se refiere a una mirada más amplia respecto al asunto. Pues usualmente se ha encasillado el análisis y la comprensión de esta situación humana a ‘marcos referenciales’ que ponderan un aspecto, y excluyen otro.[2] Ahora bien, para no desviarnos del tema, conviene ‘nombrar’ el ‘objeto’ que nos ocupa: la pragmática de la comunicación humana. Una pragmática caracterizada como comunicación, como proceso de interacción, es decir, que contempla de entrada ciertas ‘complejidades de las relaciones’, a este respecto, se cita a Birdwhistell, quien sugiere que:
Un individuo no comunica: participa en una comunicación o se convierte en parte de ella. Puede moverse o hacer ruidos…pero no comunica. De manera similar, puede ver, oír, oler, gustar o sentir, pero no comunica. En otras palabras, no origina comunicación sino que participa en ella. Así, la comunicación como sistema no debe de entenderse sobre la base de un simple modelo de acción y reacción, por compleja que sea su formulación. Como sistema, debe entenderse a un nivel transaccional.[3]
En este sentido, se puede entender que se trata de un Intercambio de información. Ahora bien, sería erróneo entender ‘información’ como un mensaje formulado bajo un conjunto de signos escritos y orales, exclusivamente. Sin duda, lo que se ha propuesto va más allá. Es decir, pretende mostrar que el ‘hombre’ no puede quedarse en tal comprensión. Tendrá más bien que ampliar su mirada y entonces llegar a la determinación de que si la comunicación es un sistema a nivel transaccional, de intercambio de información; y si dicha información no se restringe a un ‘aspecto’ o ‘modo’ posible. Por lo tanto, llegará a la postulación del siguiente axioma: No es posible no comunicarse.
Ahora bien, el siguiente paso entonces, apunta a dilucidar cuales son los ‘modos’ de tal comunicación. Es decir, la pragmática de la comunicación humana.
En primer lugar, hay una propiedad de la conducta que no podría ser más básica por lo cual suele pasársela por alto: no hay nada que sea lo contrario de conducta. En otras palabras, no hay no-conducta, o para expresarlo de modo aún más simple, es imposible no comportarse. Ahora bien, si se acepta que toda conducta es una situación e interacción tiene un valor de mensaje, es decir, es comunicación, se deduce que por mucho que uno lo intente, no puede dejar de comunicar. Actividad o inactividad, palabras o silencio, tienen siempre valor de mensaje: influyen sobre los demás, quienes, a su vez, no pueden dejar de responder a tales comunicaciones y, por ende, también comunican.[4]
Recapitulemos, la comunicación implica un compromiso y a su vez define la relación, transmite información e impone conductas.
En tal sentido, es posible que ahora se dé el siguiente paso en la comprensión de este complejo sistema. Por un lado, hay un ‘contenido’ del mensaje, aquello que se quiere comunicar, la información. Y por el otro lado, un aspecto relacional, que se sitúa como la ‘información acerca de la información’. Ésta es denominada ‘metacomunicación’. En el sentido de que clasifica el contenido que se pretende transmitir.
Por lo pronto, han quedado establecidos algunos caminos para una comprensión –si así podemos denominarla- más amplia sobre la ‘comunicación humana’; aunque no definitiva, ni cerrada. Sin embargo, la meta que nos ocupa alcanzar, aunque está relacionada con lo que se esclareció con anterioridad, se concreta, en una forma oral de comunicación interpersonal, que tiene como finalidad obtener información en relación con un objetivo. Si podemos caracterizarlo más, podríamos designarlo como un intercambio verbal, que nos ayuda a reunir datos durante un encuentro, de carácter privado o cordial, donde una persona (el entrevistador) se dirige a otra (el entrevistado) y cuenta su historia, da su versión de los hechos y responde a preguntas relacionadas con un ‘problema’ específico: la entrevista terapéutica.[5]
A este punto, es posible concatenar lo anteriormente expuesto de la siguiente manera: el hombre tiene como condición irrenunciable la comunicación, ésta le ha proporcionado la posibilidad de organizarse y de relacionarse en un entorno, dentro de relaciones. La comunicación se realiza de distintos ‘modos’. A saber, uno mediante semejanza auto explicativa, es decir, éste modo se caracteriza por aludir a ‘algo’, un ‘rasgo’, particularmente similar a la cosa, llamada ‘analógica’[6]; y otra, mediante la palabra, el lenguaje, conocida como ‘digital’[7].
Luego, ya sea de un modo u otro, el hombre establece relaciones, que devienen de sus conductas y como ya se ha dejado asentado, por lo tanto, de sus mensajes, de su comunicación. A este respecto, es que la entrevista pretende acercarse. Y tal como la caracterizábamos, pretende obtener información encaminada hacia un objetivo. La recolección de información, como se ha revelado, no será exclusivamente dentro de un ‘modo’, es decir, a través de los contenidos expresados digitalmente, sino también analógicamente.
Asimismo, resulta iluminador profundizar en este aspecto, que de acuerdo al supuesto que hemos planteado, es decir, que el hombre no sólo se comunica digitalmente sino también análogamente. Es posible, caracterizarlo como el ‘lenguaje no-verbal’, aquel que sugiere una conexión entre lo físico y lo emocional, tal como lo designan Cormier William y Sherilyn.
Cualquier suceso humano comunicativo que trasciende de las palabras orales o escritas[8]
Lo central de este punto es la discriminación que se haga de las conductas no-verbales. Pues en ello, se juegan significados, que pueden resultar provechosos para el ejercicio de la entrevista terapéutica. Y en virtud, de que dicho ejercicio tiene como objetivo, en última instancia apoyar a un sujeto a comprender cierta situación problemática.
Subrayemos que, en virtud de lo aseverado, no se puede entender la comunicación por el estudio de una de las partes sino que se tendrá que tomar el conjunto de relaciones (semejantes a una función). Y si se pretende un estudio completo, es necesario tomar en cuenta las redundancias, que en su conjunto no agotan el estudio, pero si dibujan, los objetivos y sus errores.
Por lo tanto, en la comunicación es necesario entrar en el estudio de la ‘meta comunicación’, que no sólo nos proporciona el contenido de lo comunicado sino las formas y los modos de éste, que a su vez, nos proporciona una visión de conjunto.
Los seres humanos se comunican tanto digital como analógicamente. El lenguaje digital cuenta con una sintaxis lógica sumamente compleja y poderosa pero carece de una semántica adecuada en el campo de la relación, mientras que el lenguaje analógico posee la semántica pero no una sintaxis adecuada par ala definición inequívoca de la naturaleza de las relaciones.[9]
Al parecer, se ha dado un retroceso en la exposición, pero conviene hacerlo, pues de aquí surge un elemento central, de lo que hemos denominado el objetivo de la entrevista terapéutica. Es decir, esa distancia o paradoja entre uno y otro modo de comunicar. Una distancia que parecería insalvable y que se pretende unificar. Una situación que marca al hombre como ser en relación. Y es que ahí, en la deficiencia o en la suficiencia de las relaciones, el ser humano construye su mundo de comprensión.
Para evitar malos entendidos con respecto a lo dicho, queremos aclarar que las relaciones rara vez se definen deliberadamente o con plena conciencia. De hecho, parecería que cuando más espontánea y <> es una relación, más se pierde en el transfondo el aspecto de la comunicación vinculado con la relación. Del mismo modo, las relaciones <> se caracterizan por una constante lucha acerca de la naturaleza de la relación, mientras que el aspecto de la comunicación vinculado con el contenido se hace cada vez menos importante.[10]
De manera, que se presenta como importante, el esclarecer aquellos ‘modos’ de comunicarnos, para que mediante tal ejercicio de ‘metacomunicación’, sea posible comprender los elementos, a través de los cuales nos ponemos en relación con los demás y que sin lugar a dudas, generan respuestas en los ‘otros’. Que sorprenden o constantemente ubican a los individuos en una situación problemática que tiene que ser abordada mediante la entrevista terapéutica.
Antes de comenzar el cierre de éste planteamiento. Abordemos la entrevista como proceso. Como:
…situación interactiva en la que los participantes ajustan sus repertorios conductuales en función de la meta que implícita o explícitamente se han propuesto alcanzar.[11]
Nos situamos ahora, a ‘modos’ de propiciar una comunicación cualificada para una meta, como se ha apuntado. A este respecto, es posible hablar de la entrevista ‘directiva’, en la cual el entrevistador tiende a llevar la conversación, es decir guía la conversación, y propicia en el paciente la oportunidad de expresar sus actitudes hacia asuntos concretos. También, hay que hablar de la entrevista ‘no directiva’, en la cual las expresiones verbales son en su mayoría, protagonizadas por el paciente, es decir, el entrevistador se sitúa como observador, reforzando y mostrando ciertas verbalizaciones a su paciente. De las anteriores, ha surgido, una tercera tendencia, que combina ‘lo característico’ de las dos tendencias anteriores. Y que al parecer, ha ofrecido resultados positivos. Sin embargo, determinar que una u otra es la adecuada, sería un error. Pues se estaría delimitando y circunscribiendo, un método que se encarga de algo tan paradójico como es la comunicación humana. Es decir, no es posible encuadrar algo‘dinámico’, en una estructura ‘rígida’. Más bien, se hace indispensable una caracterización del paciente, para delimitar cual es el método o modo más adecuado para su proceso.
…el grado de directividad o no directividad de una entrevista terapéutica varía fundamentalmente de acuerdo con el objetivo principal de dicha entrevista. Así, por ejemplo, una entrevista de orientación probablemente requerirá, por su misma naturaleza, más estructuración que las entrevistas o fragmentos de una entrevista dedicadas a la identificación del problema.[12]
La entrevista se separa en tres etapas distintas, que favorecen una estructuración adecuada. La primera fase tiene como objetivo lograr que el paciente se sienta cómodo, es conocida como la fase de socialización que pretende favorecer una reducción en la ansiedad del paciente y también para establecer las reglas o encuadrar la entrevista. La segunda, se le conoce como fase intermedia, en ésta se plantea como objetivo identificar el problema del paciente, ya sea de manera directiva o no directiva, en última instancia, de acuerdo a lo que favorezca al paciente. Esto implica al entrevistador saber escuchar y como ya se menciono, saber recibir la información no-verbal que se transmite. Para posteriormente llegar a establecer la formulación de una hipótesis. También se implica en este proceso saber preguntar, para falsear de alguna manera la hipótesis planteada. Por último, la fase de cierre, que busca enunciar un resumen, o dejar claro los términos que se abordaron, dando claridad al paciente y al entrevistador.[13]
Sin lugar a dudas, el objetivo central de la entrevista es hacer del paciente un investigador de un ‘objeto’ de estudio, sus problemática. Se trata de –en cierta manera- cualificar al sujeto para que sea capaz de ejercer una flexión sobre sí, a través de una meta comunicación que le permita llegar a esclarecer, aquellos elementos que le dificultan su interacción. Que fundamentalmente comunica ‘algo’ a los ‘otros’ y determina sus conductas, recíprocamente. Y a favorecer procesos de comunicación más globales que no constriñan las relaciones e interacciones humanas.
[1] WATZLAWICK, Paul; Teoría de la comunicación humana, Herder, Barcelona, 1986, p. 17.
[2]La afirmación anterior, no es contundente, sino simplemente ilustrativa.
[3]Birdwhistell; sobre referencia interpersonal (Cit pos) WATZLAWICK, Paul; Teoría de la comunicación humana, Herder, Barcelona, 1986, p. 71.
[4] WATZLAWICK, Paul; Teoría de la comunicación humana,p. 50.
[5]ROJÍ, Machaca, Ma. Begoña; La entrevista terapéutica: Comunicación e interacción en psicoterapia, Universidad Nacional de Educación a distancia, Madrid, 1990, p. 43.
[6] WATZLAWICK, Paul; Teoría de la comunicación humana,p. 63.