miércoles, septiembre 3

La comunicación

En este breve texto se pretende dar una mirada de conjunto sobre la entrevista terapéutica. Pero más que como una definición de ella, se busca hacer una caracterización clara y sintética, aunque lo suficientemente ‘global’. Además, si es posible, contextualizar la entrevista aludida, en el sistema de comunicación humano. Se recuerda al lector que este texto, habrá que considerarlo como un estudio ‘preliminar’ y quizá –apenas- introductoria sobre la pragmática de la comunicación humana

La comunicación es una condición sine qua non de la vida humana y el orden social.[1]

Sin ella no sería posible, en primer término, establecer de entrada la anterior afirmación con la que iniciamos este producto de la comunicación misma.

De pronto, parece que nos vemos implicados en un juego de palabras, de hechos y relaciones paradójicas. Y antes de plantear el objetivo del presente texto. Parece conveniente dejar asentado, que cuando nos referimos y pretendemos situar la ‘comunicación humana’ dentro de un marco referencial, se hace importante tener presente que muchas veces nos encontraremos con situaciones paradójicas que parecerían irreconciliables. Sin embargo, hay que subrayar, que se trata más bien de un problema de enfoque. Lo anterior, se refiere a una mirada más amplia respecto al asunto. Pues usualmente se ha encasillado el análisis y la comprensión de esta situación humana a ‘marcos referenciales’ que ponderan un aspecto, y excluyen otro.[2] Ahora bien, para no desviarnos del tema, conviene ‘nombrar’ el ‘objeto’ que nos ocupa: la pragmática de la comunicación humana. Una pragmática caracterizada como comunicación, como proceso de interacción, es decir, que contempla de entrada ciertas ‘complejidades de las relaciones’, a este respecto, se cita a Birdwhistell, quien sugiere que:

Un individuo no comunica: participa en una comunicación o se convierte en parte de ella. Puede moverse o hacer ruidos…pero no comunica. De manera similar, puede ver, oír, oler, gustar o sentir, pero no comunica. En otras palabras, no origina comunicación sino que participa en ella. Así, la comunicación como sistema no debe de entenderse sobre la base de un simple modelo de acción y reacción, por compleja que sea su formulación. Como sistema, debe entenderse a un nivel transaccional.[3]

En este sentido, se puede entender que se trata de un Intercambio de información. Ahora bien, sería erróneo entender ‘información’ como un mensaje formulado bajo un conjunto de signos escritos y orales, exclusivamente. Sin duda, lo que se ha propuesto va más allá. Es decir, pretende mostrar que el ‘hombre’ no puede quedarse en tal comprensión. Tendrá más bien que ampliar su mirada y entonces llegar a la determinación de que si la comunicación es un sistema a nivel transaccional, de intercambio de información; y si dicha información no se restringe a un ‘aspecto’ o ‘modo’ posible. Por lo tanto, llegará a la postulación del siguiente axioma: No es posible no comunicarse.

Ahora bien, el siguiente paso entonces, apunta a dilucidar cuales son los ‘modos’ de tal comunicación. Es decir, la pragmática de la comunicación humana.

En primer lugar, hay una propiedad de la conducta que no podría ser más básica por lo cual suele pasársela por alto: no hay nada que sea lo contrario de conducta. En otras palabras, no hay no-conducta, o para expresarlo de modo aún más simple, es imposible no comportarse. Ahora bien, si se acepta que toda conducta es una situación e interacción tiene un valor de mensaje, es decir, es comunicación, se deduce que por mucho que uno lo intente, no puede dejar de comunicar. Actividad o inactividad, palabras o silencio, tienen siempre valor de mensaje: influyen sobre los demás, quienes, a su vez, no pueden dejar de responder a tales comunicaciones y, por ende, también comunican.[4]

Recapitulemos, la comunicación implica un compromiso y a su vez define la relación, transmite información e impone conductas.

En tal sentido, es posible que ahora se dé el siguiente paso en la comprensión de este complejo sistema. Por un lado, hay un ‘contenido’ del mensaje, aquello que se quiere comunicar, la información. Y por el otro lado, un aspecto relacional, que se sitúa como la ‘información acerca de la información’. Ésta es denominada ‘metacomunicación’. En el sentido de que clasifica el contenido que se pretende transmitir.

Por lo pronto, han quedado establecidos algunos caminos para una comprensión –si así podemos denominarla- más amplia sobre la ‘comunicación humana’; aunque no definitiva, ni cerrada. Sin embargo, la meta que nos ocupa alcanzar, aunque está relacionada con lo que se esclareció con anterioridad, se concreta, en una forma oral de comunicación interpersonal, que tiene como finalidad obtener información en relación con un objetivo. Si podemos caracterizarlo más, podríamos designarlo como un intercambio verbal, que nos ayuda a reunir datos durante un encuentro, de carácter privado o cordial, donde una persona (el entrevistador) se dirige a otra (el entrevistado) y cuenta su historia, da su versión de los hechos y responde a preguntas relacionadas con un ‘problema’ específico: la entrevista terapéutica.[5]

A este punto, es posible concatenar lo anteriormente expuesto de la siguiente manera: el hombre tiene como condición irrenunciable la comunicación, ésta le ha proporcionado la posibilidad de organizarse y de relacionarse en un entorno, dentro de relaciones. La comunicación se realiza de distintos ‘modos’. A saber, uno mediante semejanza auto explicativa, es decir, éste modo se caracteriza por aludir a ‘algo’, un ‘rasgo’, particularmente similar a la cosa, llamada ‘analógica’[6]; y otra, mediante la palabra, el lenguaje, conocida como ‘digital’[7].

Luego, ya sea de un modo u otro, el hombre establece relaciones, que devienen de sus conductas y como ya se ha dejado asentado, por lo tanto, de sus mensajes, de su comunicación. A este respecto, es que la entrevista pretende acercarse. Y tal como la caracterizábamos, pretende obtener información encaminada hacia un objetivo. La recolección de información, como se ha revelado, no será exclusivamente dentro de un ‘modo’, es decir, a través de los contenidos expresados digitalmente, sino también analógicamente.

Asimismo, resulta iluminador profundizar en este aspecto, que de acuerdo al supuesto que hemos planteado, es decir, que el hombre no sólo se comunica digitalmente sino también análogamente. Es posible, caracterizarlo como el ‘lenguaje no-verbal’, aquel que sugiere una conexión entre lo físico y lo emocional, tal como lo designan Cormier William y Sherilyn.

Cualquier suceso humano comunicativo que trasciende de las palabras orales o escritas[8]

Lo central de este punto es la discriminación que se haga de las conductas no-verbales. Pues en ello, se juegan significados, que pueden resultar provechosos para el ejercicio de la entrevista terapéutica. Y en virtud, de que dicho ejercicio tiene como objetivo, en última instancia apoyar a un sujeto a comprender cierta situación problemática.

Subrayemos que, en virtud de lo aseverado, no se puede entender la comunicación por el estudio de una de las partes sino que se tendrá que tomar el conjunto de relaciones (semejantes a una función). Y si se pretende un estudio completo, es necesario tomar en cuenta las redundancias, que en su conjunto no agotan el estudio, pero si dibujan, los objetivos y sus errores.

Por lo tanto, en la comunicación es necesario entrar en el estudio de la ‘meta comunicación’, que no sólo nos proporciona el contenido de lo comunicado sino las formas y los modos de éste, que a su vez, nos proporciona una visión de conjunto.

Los seres humanos se comunican tanto digital como analógicamente. El lenguaje digital cuenta con una sintaxis lógica sumamente compleja y poderosa pero carece de una semántica adecuada en el campo de la relación, mientras que el lenguaje analógico posee la semántica pero no una sintaxis adecuada par ala definición inequívoca de la naturaleza de las relaciones.[9]

Al parecer, se ha dado un retroceso en la exposición, pero conviene hacerlo, pues de aquí surge un elemento central, de lo que hemos denominado el objetivo de la entrevista terapéutica. Es decir, esa distancia o paradoja entre uno y otro modo de comunicar. Una distancia que parecería insalvable y que se pretende unificar. Una situación que marca al hombre como ser en relación. Y es que ahí, en la deficiencia o en la suficiencia de las relaciones, el ser humano construye su mundo de comprensión.

Para evitar malos entendidos con respecto a lo dicho, queremos aclarar que las relaciones rara vez se definen deliberadamente o con plena conciencia. De hecho, parecería que cuando más espontánea y <> es una relación, más se pierde en el transfondo el aspecto de la comunicación vinculado con la relación. Del mismo modo, las relaciones <> se caracterizan por una constante lucha acerca de la naturaleza de la relación, mientras que el aspecto de la comunicación vinculado con el contenido se hace cada vez menos importante.[10]

De manera, que se presenta como importante, el esclarecer aquellos ‘modos’ de comunicarnos, para que mediante tal ejercicio de ‘metacomunicación’, sea posible comprender los elementos, a través de los cuales nos ponemos en relación con los demás y que sin lugar a dudas, generan respuestas en los ‘otros’. Que sorprenden o constantemente ubican a los individuos en una situación problemática que tiene que ser abordada mediante la entrevista terapéutica.

Antes de comenzar el cierre de éste planteamiento. Abordemos la entrevista como proceso. Como:

…situación interactiva en la que los participantes ajustan sus repertorios conductuales en función de la meta que implícita o explícitamente se han propuesto alcanzar.[11]

Nos situamos ahora, a ‘modos’ de propiciar una comunicación cualificada para una meta, como se ha apuntado. A este respecto, es posible hablar de la entrevista ‘directiva’, en la cual el entrevistador tiende a llevar la conversación, es decir guía la conversación, y propicia en el paciente la oportunidad de expresar sus actitudes hacia asuntos concretos. También, hay que hablar de la entrevista ‘no directiva’, en la cual las expresiones verbales son en su mayoría, protagonizadas por el paciente, es decir, el entrevistador se sitúa como observador, reforzando y mostrando ciertas verbalizaciones a su paciente. De las anteriores, ha surgido, una tercera tendencia, que combina ‘lo característico’ de las dos tendencias anteriores. Y que al parecer, ha ofrecido resultados positivos. Sin embargo, determinar que una u otra es la adecuada, sería un error. Pues se estaría delimitando y circunscribiendo, un método que se encarga de algo tan paradójico como es la comunicación humana. Es decir, no es posible encuadrar algo ‘dinámico’, en una estructura ‘rígida’. Más bien, se hace indispensable una caracterización del paciente, para delimitar cual es el método o modo más adecuado para su proceso.

…el grado de directividad o no directividad de una entrevista terapéutica varía fundamentalmente de acuerdo con el objetivo principal de dicha entrevista. Así, por ejemplo, una entrevista de orientación probablemente requerirá, por su misma naturaleza, más estructuración que las entrevistas o fragmentos de una entrevista dedicadas a la identificación del problema.[12]

La entrevista se separa en tres etapas distintas, que favorecen una estructuración adecuada. La primera fase tiene como objetivo lograr que el paciente se sienta cómodo, es conocida como la fase de socialización que pretende favorecer una reducción en la ansiedad del paciente y también para establecer las reglas o encuadrar la entrevista. La segunda, se le conoce como fase intermedia, en ésta se plantea como objetivo identificar el problema del paciente, ya sea de manera directiva o no directiva, en última instancia, de acuerdo a lo que favorezca al paciente. Esto implica al entrevistador saber escuchar y como ya se menciono, saber recibir la información no-verbal que se transmite. Para posteriormente llegar a establecer la formulación de una hipótesis. También se implica en este proceso saber preguntar, para falsear de alguna manera la hipótesis planteada. Por último, la fase de cierre, que busca enunciar un resumen, o dejar claro los términos que se abordaron, dando claridad al paciente y al entrevistador.[13]

Sin lugar a dudas, el objetivo central de la entrevista es hacer del paciente un investigador de un ‘objeto’ de estudio, sus problemática. Se trata de –en cierta manera- cualificar al sujeto para que sea capaz de ejercer una flexión sobre sí, a través de una meta comunicación que le permita llegar a esclarecer, aquellos elementos que le dificultan su interacción. Que fundamentalmente comunica ‘algo’ a los ‘otros’ y determina sus conductas, recíprocamente. Y a favorecer procesos de comunicación más globales que no constriñan las relaciones e interacciones humanas.



[1] WATZLAWICK, Paul; Teoría de la comunicación humana, Herder, Barcelona, 1986, p. 17.

[2] La afirmación anterior, no es contundente, sino simplemente ilustrativa.

[3] Birdwhistell; sobre referencia interpersonal (Cit pos) WATZLAWICK, Paul; Teoría de la comunicación humana, Herder, Barcelona, 1986, p. 71.

[4] WATZLAWICK, Paul; Teoría de la comunicación humana, p. 50.

[5] ROJÍ, Machaca, Ma. Begoña; La entrevista terapéutica: Comunicación e interacción en psicoterapia, Universidad Nacional de Educación a distancia, Madrid, 1990, p. 43.

[6] WATZLAWICK, Paul; Teoría de la comunicación humana, p. 63.

[7] Ibídem., p. 62.

[8] CORMIER, William H. y CORMIER, L. Sherilyn; Estrategias de entrevista para terapeutas, Descleé de Brouwer, Bilbao, 1991, p. 105.

[9] WATZLAWICK, Paul; Teoría de la comunicación humana, p. 68.

[10] Ibídem., p. 54.

[11] ROJÍ, Machaca, Ma. Begoña; La entrevista terapéutica: Comunicación e interacción en psicoterapia, p. 87.

[12] Ibídem., p. 92.

[13] Ibídem., pp. 92-103.

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