Cuando hablamos de metafísica, ya el término utilizado nos sitúa conceptualmente frente a un pensamiento definido. A saber, de algo lejano, viejo e inservible. Uno se pregunta si esto de lo que tanto hablan los filósofos es realmente algo que vale la pena o simplemente es algo con que se puede perder el tiempo. Y es que desde tiempos remotos, a saber, en la filosofía platónica se le concibió como conocimiento verdadero y con Aristóteles como Filosofía primera que le otorgó un estatus de base. Bueno, si la metafísica es la base del conocimiento, es claro que el pensamiento no podrá demostrar racionalmente a la metafísica (aunque la metafísica se retroalimente del pensamiento y de la experiencia). Esto abre digámoslo así nuestra discusión acerca de la fundamentación sobre la posibilidad de la Metafísica. Ahora, conviene hacer una distinción que nos auxilie a precisar la materia que nos disponemos a discutir. Entendido está lo que por Metafísica concebimos –aunque sea la primera impresión, hasta ahora- . Por lo tanto, hablemos de la Ontología; de la cual entendemos que es o pretende ser el tratado del ser en general. Tal estudio se ha cultivado, como una parte de la metafísica, de un modo especial en la tradición aristotélico-escolástica. Y es que hablamos de una concepción del mundo fundada en lo meramente racional, en lo que está establecido; de la actividad pasiva intelectual (contemplación) que espera recibir la ‘bondad originaria’, descubrir ‘la verdad’ y su ‘ser’ que está latente en el mundo y en el hombre. Un orden preestablecido al cual se habrá de acceder y que al tomar conciencia de ello, de ese proyecto o previo conocimiento podamos desarrollar entonces nuestra acción humanizadora. Y a este respecto, es sensato soslayar tal visión limitante.
Sabemos que es en la modernidad donde cambia esta perspectiva y que el estudio de la metafísica se ve confrontado y hasta desdeñado por el nuevo enfoque epistemológico, la ciencia moderna. De manera que el hombre comienza a comprenderse desde una postura copernicanamente[1] distinta, a darle vuelta a la tortilla, donde a la conciencia le cae el veinte de un “fundamentum absolutum inconclussum veritatis”[2], como aquello que es nuestro cimiento.
Como sabemos, en la época moderna se establece como base de la ciencia una relevancia ontológica de la cosa individual, negando las esencias universales (Ockham), así como una nueva actitud respecto a la naturaleza, es decir, una actitud antropocéntrica, además de varios descubrimientos que exigieron una reestructuración de los conocimientos geográficos y cosmológicos. Sin embargo todavía a este punto persistía la concepción de un saber unitario. El desarrollo de estas bases modernas llevó a una posterior especialización y fragmentación del saber, cuya primacía estaba en la conciencia. Tal situación culminó con el giro copernicano, es decir, no se apela con pretensiones fundamentadoras a lo que esta ‘más allá’ de la experiencia, sino que mira hacia atrás, a lo que esta más acá, a las condiciones de posibilidad desde el sujeto. Haciendo posible por lo que a la razón teórica se refiere el conocimiento del mundo. Hablamos entonces de que el método trascendental de reconstrucción mostrativa de las condiciones de posibilidad de la experiencia y el conocimiento que tiene lugar a partir de ella no es el método experimental propio de la ciencia natural. En este sentido hay que comprender que la Metafísica después de Kant, no tiene porque imitar a la ciencia, puesto que tiene algo que hacer respecto a ella: la fundamentación trascendental de sus condiciones de posibilidad.
Recapitulemos, hasta este punto ya sabemos que nuestra concepción sobre la Metafísica no puede ser la misma después de Kant y si no es así podemos irnos preguntando si no es que nos hemos quedado en la época medieval. Pero volviendo al tema que nos ocupa, si después de haber sido puestos en claro por Kant sobre la Metafísica y sobre su que hacer. ¿Por qué seguimos desconfiando de ella? Pero volvamos un paso atrás. La ontología al pretender establecer las determinaciones más esenciales del ser. Se pregunta ¿qué es el ser? Sin embargo, podemos decir que tal cuestión ha resultado vana en el contexto en el que se ha hecho, ya que ha sido una auto referencia del tipo más simple. Esto ha llevado a que se entre en confusión y se responda intentado definir al ser con un meta-ser; pero esto nos lleva a definir ese meta-ser y a la necesidad de un meta-meta-ser, y así ‘ad infinitum’. Como vemos, a pesar de Kant seguimos perdidos. Lo cierto es que hasta este punto podemos afirmar que tras el lenguaje un poco enredoso tal vez y después de dos que tres afirmaciones; podemos aseverar juntos al referirnos a la ontología que se trata de una ciencia que se ocupa de la realidad en su conjunto desde un punto de vista superior, último y global que explica las cuestiones de las otras ciencias. Es decir, que todas las realidades que conocemos y que las ciencias como la medicina, la química, la física, etcétera; son comprendidas dentro del estudio de la ontología. El estudio del ente al que ésta se aboca lo denomina como “el dato más radical” de la realidad; apuntemos, lo que es común en todas las ciencias. Ahora bien, la Ontología para constituirse de modo autónomo, precisa de unos supuestos gnoseológicos –el principal de los cuales es la validez de la abstracción como vía de acceso– que no suele aceptar la filosofía a partir de Descartes. Por eso, aunque toda ontología está involucrada en una construcción metafísica, no sucede igual a la inversa: es perfectamente concebible una metafísica que no suponga –al menos en el sentido tradicional del término– una ontología a su base.
Esto nos deja claros –o al menos eso esperamos- sobre las aplicaciones reales de la ontología, que no ha de ser considerada como una entidad natural que se descubre, sino como “recurso artificial” que se crea. Una ontología ha de entenderse como un entendimiento común y compartido de un dominio, que puede comunicarse entre especialistas. Y es que podemos decir que la ontología en cuanto conceptualización[3] se refiere a un modelo abstracto de algún fenómeno del mundo del que se identifican los conceptos que son relevantes. Pero no sólo eso, una ontología es además una explicación sistemática de la Existencia, en el entendido -y de acuerdo a los sistemas basados en el conocimiento-, de que lo que existe es exactamente lo que se puede representar, y lo que se representa, se conoce. Hablamos del conjunto de objetos que están representados en ella y sobre los cuales se puede hablar y razonar. De ontología como "sistema de representación de conocimiento" con el mero objetivo de alcanzar una comprensión pertinente. Pero no hablamos de algo mecanizado como un ‘sistema’ de ‘tal’ máquina llamada hombre que busca una herramienta eficiente. Pues un discurso así nos estaría limitando. Lo que si podemos decir es que es necesario mantenernos abiertos cuando nos referimos a la metafísica y a la ontología y que no es posible polarizar –o al menos no es recomendable hacerlo- la discusión hacia lo científico o hacia lo metafísico medieval. Sobre todo porque el hombre como también lo previó Kant posee un actuar moral -y agregaríamos-, y una reflexión necesariamente ética. Que deviene a partir de que nuestro mundo tranquilo es sacudido por el no-ser que nos impele a ser.
Como ya se mencionó, se cuestiona pues la concepción del mundo como aquello dado que es previo al hombre de manera categórica; donde lo divino nada tiene que ver con lo caótico y malo; que pone al hombre como realidad de perversión o degradación de lo originariamente pulchrum. O sea pretensiones de totalidad, sin embargo, como ya vamos afirmando, el Hombre es dialéctica entre lo que ha sido y es; entre lo que ha hecho y hace y sobre todo lo que puede hacer. Su trascendencia es apertura, es vencer lo que era o lo que debe ser, pero es sobre todo lo que se es y lo que en este sentido nos abrimos a ser, pero ya siendo. Y todo esto en el entendido de que una metafísica alude al conocimiento del ser y como decía Heidegger habrá que hacerlo desde quien es él que se hace la pregunta.
Para finalizar lancemos de nuevo la pregunta ¿Es posible la Metafísica? Al parecer si. Pero tendremos que aclarar que nos referimos a la Metafísica que parte de Kant y va asumiendo lo que el hombre va reconociendo como parte de su experiencia; y por lo tanto, de ningún modo habría posibilidad para la Metafísica escolástica
Ahora convendría sugerir un pensamiento sobre el estado actual en el que el mundo se encuentra. Ya que sin lugar a dudas, la época contemporánea manifiesta una clara descomposición o desvelamiento de la falsedad de las creencias en las cuales se ha apoyado el hombre hasta estos días. Y es que las posibilidades epistémicas (ciencia y filosofía) que tanto han aportado al conocimiento desde distintos enfoques han revolucionado la concepción que el hombre tenía de sí mismo y de su sentido en el mundo. Afectado las relaciones de sí mismo con su entorno y la forma en que puede incidir en él. Todo esto dentro de un proceso paulatino y con muchos desatinos, pues el camino hacia la verdad, hacia la certidumbre radical que ordene los intereses humanos, no es tarea fácil. Y en lo que a nosotros respecta como generaciones herederas de esas concepciones; habremos de afirmar que se presenta como recomendable asimilar y hacer convicciones tal cúmulo de ‘verdades’ a las cuales el hombre ha llegado; de manera, que en nosotros tal posibilidad para convertirla en certidumbre radical; en la cual, el hombre pueda recrearse y afirmar que los caminos de humanización que tanto se anhelan se integran gradualmente como sistema de valores vigentes, se haga objetiva. Como escalón obligado que le permita al hombre seguir avanzando en la posibilidad que significa el hombre mismo como problema no resuelto.
Frente a la ruptura que ha significado la condición posmoderna, de que se puede tener una certidumbre que oriente. Puesto que el hombre de hoy se ve ante la imperiosa necesidad de restablecer de nuevo la credibilidad en un eje rector que aglutine las propuestas que desde distintos enfoques, han recuperado la dignidad del hombre. Articulando de manera creativa y objetivable entre lo que ha sido dado por la naturaleza y lo que puede ser creado como proyección.
[1] Metáfora con que se alude al cambio radical de perspectiva que supone, respecto de la filosofía tradicional, el planteamiento general de la filosofía de Kant. El «giro» -término que proviene de la imagen de las estrellas que giran alrededor del espectador- que Kant es consciente de llevar a cabo es similar al que hizo Copérnico, quien supone que es el espectador el que gira en lugar de las estrellas. El giro copernicano de Kant consiste, por consiguiente, en que él cree que la filosofía, para entrar en el camino seguro del progreso en el conocimiento, ha de hacer lo mismo que hizo Copérnico en astronomía: si éste, para explicar los movimientos celestes, entendió que era mejor partir
del supuesto de que era el espectador quien giraba, de manera parecida Kant cree que sólo podemos tener un verdadero conocimiento de las cosas -un conocimiento universal y necesario- si el objeto depende del pensamiento, para ser conocido, y no a la inversa. Éste es el supuesto de que parte la filosofía trascendental de Kant.
[2] DESCARTES, Rene; “Discurso del método”, Tr. Risieri Frondizi, Alianza Editorial, España, 1994.
[3] Hablamos de una Ontología como sistema de categorías que dan cuenta de una visión del mundo.
Sabemos que es en la modernidad donde cambia esta perspectiva y que el estudio de la metafísica se ve confrontado y hasta desdeñado por el nuevo enfoque epistemológico, la ciencia moderna. De manera que el hombre comienza a comprenderse desde una postura copernicanamente[1] distinta, a darle vuelta a la tortilla, donde a la conciencia le cae el veinte de un “fundamentum absolutum inconclussum veritatis”[2], como aquello que es nuestro cimiento.
Como sabemos, en la época moderna se establece como base de la ciencia una relevancia ontológica de la cosa individual, negando las esencias universales (Ockham), así como una nueva actitud respecto a la naturaleza, es decir, una actitud antropocéntrica, además de varios descubrimientos que exigieron una reestructuración de los conocimientos geográficos y cosmológicos. Sin embargo todavía a este punto persistía la concepción de un saber unitario. El desarrollo de estas bases modernas llevó a una posterior especialización y fragmentación del saber, cuya primacía estaba en la conciencia. Tal situación culminó con el giro copernicano, es decir, no se apela con pretensiones fundamentadoras a lo que esta ‘más allá’ de la experiencia, sino que mira hacia atrás, a lo que esta más acá, a las condiciones de posibilidad desde el sujeto. Haciendo posible por lo que a la razón teórica se refiere el conocimiento del mundo. Hablamos entonces de que el método trascendental de reconstrucción mostrativa de las condiciones de posibilidad de la experiencia y el conocimiento que tiene lugar a partir de ella no es el método experimental propio de la ciencia natural. En este sentido hay que comprender que la Metafísica después de Kant, no tiene porque imitar a la ciencia, puesto que tiene algo que hacer respecto a ella: la fundamentación trascendental de sus condiciones de posibilidad.
Recapitulemos, hasta este punto ya sabemos que nuestra concepción sobre la Metafísica no puede ser la misma después de Kant y si no es así podemos irnos preguntando si no es que nos hemos quedado en la época medieval. Pero volviendo al tema que nos ocupa, si después de haber sido puestos en claro por Kant sobre la Metafísica y sobre su que hacer. ¿Por qué seguimos desconfiando de ella? Pero volvamos un paso atrás. La ontología al pretender establecer las determinaciones más esenciales del ser. Se pregunta ¿qué es el ser? Sin embargo, podemos decir que tal cuestión ha resultado vana en el contexto en el que se ha hecho, ya que ha sido una auto referencia del tipo más simple. Esto ha llevado a que se entre en confusión y se responda intentado definir al ser con un meta-ser; pero esto nos lleva a definir ese meta-ser y a la necesidad de un meta-meta-ser, y así ‘ad infinitum’. Como vemos, a pesar de Kant seguimos perdidos. Lo cierto es que hasta este punto podemos afirmar que tras el lenguaje un poco enredoso tal vez y después de dos que tres afirmaciones; podemos aseverar juntos al referirnos a la ontología que se trata de una ciencia que se ocupa de la realidad en su conjunto desde un punto de vista superior, último y global que explica las cuestiones de las otras ciencias. Es decir, que todas las realidades que conocemos y que las ciencias como la medicina, la química, la física, etcétera; son comprendidas dentro del estudio de la ontología. El estudio del ente al que ésta se aboca lo denomina como “el dato más radical” de la realidad; apuntemos, lo que es común en todas las ciencias. Ahora bien, la Ontología para constituirse de modo autónomo, precisa de unos supuestos gnoseológicos –el principal de los cuales es la validez de la abstracción como vía de acceso– que no suele aceptar la filosofía a partir de Descartes. Por eso, aunque toda ontología está involucrada en una construcción metafísica, no sucede igual a la inversa: es perfectamente concebible una metafísica que no suponga –al menos en el sentido tradicional del término– una ontología a su base.
Esto nos deja claros –o al menos eso esperamos- sobre las aplicaciones reales de la ontología, que no ha de ser considerada como una entidad natural que se descubre, sino como “recurso artificial” que se crea. Una ontología ha de entenderse como un entendimiento común y compartido de un dominio, que puede comunicarse entre especialistas. Y es que podemos decir que la ontología en cuanto conceptualización[3] se refiere a un modelo abstracto de algún fenómeno del mundo del que se identifican los conceptos que son relevantes. Pero no sólo eso, una ontología es además una explicación sistemática de la Existencia, en el entendido -y de acuerdo a los sistemas basados en el conocimiento-, de que lo que existe es exactamente lo que se puede representar, y lo que se representa, se conoce. Hablamos del conjunto de objetos que están representados en ella y sobre los cuales se puede hablar y razonar. De ontología como "sistema de representación de conocimiento" con el mero objetivo de alcanzar una comprensión pertinente. Pero no hablamos de algo mecanizado como un ‘sistema’ de ‘tal’ máquina llamada hombre que busca una herramienta eficiente. Pues un discurso así nos estaría limitando. Lo que si podemos decir es que es necesario mantenernos abiertos cuando nos referimos a la metafísica y a la ontología y que no es posible polarizar –o al menos no es recomendable hacerlo- la discusión hacia lo científico o hacia lo metafísico medieval. Sobre todo porque el hombre como también lo previó Kant posee un actuar moral -y agregaríamos-, y una reflexión necesariamente ética. Que deviene a partir de que nuestro mundo tranquilo es sacudido por el no-ser que nos impele a ser.
Como ya se mencionó, se cuestiona pues la concepción del mundo como aquello dado que es previo al hombre de manera categórica; donde lo divino nada tiene que ver con lo caótico y malo; que pone al hombre como realidad de perversión o degradación de lo originariamente pulchrum. O sea pretensiones de totalidad, sin embargo, como ya vamos afirmando, el Hombre es dialéctica entre lo que ha sido y es; entre lo que ha hecho y hace y sobre todo lo que puede hacer. Su trascendencia es apertura, es vencer lo que era o lo que debe ser, pero es sobre todo lo que se es y lo que en este sentido nos abrimos a ser, pero ya siendo. Y todo esto en el entendido de que una metafísica alude al conocimiento del ser y como decía Heidegger habrá que hacerlo desde quien es él que se hace la pregunta.
Para finalizar lancemos de nuevo la pregunta ¿Es posible la Metafísica? Al parecer si. Pero tendremos que aclarar que nos referimos a la Metafísica que parte de Kant y va asumiendo lo que el hombre va reconociendo como parte de su experiencia; y por lo tanto, de ningún modo habría posibilidad para la Metafísica escolástica
Ahora convendría sugerir un pensamiento sobre el estado actual en el que el mundo se encuentra. Ya que sin lugar a dudas, la época contemporánea manifiesta una clara descomposición o desvelamiento de la falsedad de las creencias en las cuales se ha apoyado el hombre hasta estos días. Y es que las posibilidades epistémicas (ciencia y filosofía) que tanto han aportado al conocimiento desde distintos enfoques han revolucionado la concepción que el hombre tenía de sí mismo y de su sentido en el mundo. Afectado las relaciones de sí mismo con su entorno y la forma en que puede incidir en él. Todo esto dentro de un proceso paulatino y con muchos desatinos, pues el camino hacia la verdad, hacia la certidumbre radical que ordene los intereses humanos, no es tarea fácil. Y en lo que a nosotros respecta como generaciones herederas de esas concepciones; habremos de afirmar que se presenta como recomendable asimilar y hacer convicciones tal cúmulo de ‘verdades’ a las cuales el hombre ha llegado; de manera, que en nosotros tal posibilidad para convertirla en certidumbre radical; en la cual, el hombre pueda recrearse y afirmar que los caminos de humanización que tanto se anhelan se integran gradualmente como sistema de valores vigentes, se haga objetiva. Como escalón obligado que le permita al hombre seguir avanzando en la posibilidad que significa el hombre mismo como problema no resuelto.
Frente a la ruptura que ha significado la condición posmoderna, de que se puede tener una certidumbre que oriente. Puesto que el hombre de hoy se ve ante la imperiosa necesidad de restablecer de nuevo la credibilidad en un eje rector que aglutine las propuestas que desde distintos enfoques, han recuperado la dignidad del hombre. Articulando de manera creativa y objetivable entre lo que ha sido dado por la naturaleza y lo que puede ser creado como proyección.
[1] Metáfora con que se alude al cambio radical de perspectiva que supone, respecto de la filosofía tradicional, el planteamiento general de la filosofía de Kant. El «giro» -término que proviene de la imagen de las estrellas que giran alrededor del espectador- que Kant es consciente de llevar a cabo es similar al que hizo Copérnico, quien supone que es el espectador el que gira en lugar de las estrellas. El giro copernicano de Kant consiste, por consiguiente, en que él cree que la filosofía, para entrar en el camino seguro del progreso en el conocimiento, ha de hacer lo mismo que hizo Copérnico en astronomía: si éste, para explicar los movimientos celestes, entendió que era mejor partir
del supuesto de que era el espectador quien giraba, de manera parecida Kant cree que sólo podemos tener un verdadero conocimiento de las cosas -un conocimiento universal y necesario- si el objeto depende del pensamiento, para ser conocido, y no a la inversa. Éste es el supuesto de que parte la filosofía trascendental de Kant.
[2] DESCARTES, Rene; “Discurso del método”, Tr. Risieri Frondizi, Alianza Editorial, España, 1994.
[3] Hablamos de una Ontología como sistema de categorías que dan cuenta de una visión del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario